Nadie lo esperaba, nadie lo vio venir, esos días no había internet, mensajes de texto, no había globalización, las cosas uno las sabia en el colegio por que el amigo de un amigo tenia ese aparato. Cuando supimos de la existencia de dicho artilugio de ciencia ficción rápidamente nos hicimos panitas de ese hijo de mami y papi, ya no era el ricachón no señor, ahora era nuestro "panita del alma", después de invitarle el desayuno, le llevábamos los libros y estudiábamos por él, esperábamos la sonada de campana.
Ese ding ding representaba una sola cosa "diversión", salíamos como 4 vagos juntos al niño poseedor de ese objeto de deseo (y no era su mamá ni sus hermanas), llegábamos a la quinta, puro lujo, pisos pulidos, cuadros de gente antigua pero al oleo, todo era como de película, el carajito nos mostraba primero sus Hyperman, su colección de Star Wars, y nosotros le decíamos ¡Coño ya, vamos a jugar verga!, no estábamos ahí para ver juguetes pasados de moda ¡NO!.
Al fin nos llevaba a la sala de su casa, ahí estaba un flamante televisor de 30 pulgadas en blanco y negro con acabado en madera cual urna, quizás era un Philco, quizás un Phillips, pero a quien rayos le importaba. Debajo de él estaba lo que vinimos a ver, jugar, gritar, contemplar con asombro y éxtasis, hacernos preguntas, ¿Cómo es posible esto?
La vida cambio, se acabo las metras, se acabo el papagallos, se acabo andar llenos de tierra, la novedad era el Atari 2600, con sus juegos de cuadritos y música de dos notas, pero era increíble, lo que uno hacia con el control se reflejaba en aquellos rudimentarios polígonos. Ya nada seria igual, nada.
En esa fecha nació la frase, ¡No soy yoooo, es el control!